sábado, 19 de octubre de 2024

El público ya no es lo que era

Este es el párrafo de la entrevista a Martin Baron que prometí comentar. La entrevista está completa en el post inmediato anterior. En negrita la segunda parte, la que me interesa especialmente. Baron menciona la religión como una parte muy importante de las vidas de los norteamericanos, y comenta que no cubrimos mucho eso y los tratamos como si fueran animales de zoológico. 

La realidad es que hay muchas comunidades en este país que están pasando por dificultades, donde la gente trabaja en empleos que pagan salarios más bajos que los que ganaban en el pasado, donde no hay oportunidades para sus hijos y, como resultado, hay todo tipo de problemas sociales en sus pueblos, en sus ciudades, y no sienten que los políticos y otras elites, incluida la prensa, entiendan por lo que están pasando. Eso es lo primero. Tenemos que cubrirlos y tenemos que asegurarnos de que realmente entendemos por lo que están pasando y cómo son sus vidas, y en qué creen. Para muchos de ellos, por ejemplo, en Estados Unidos, la fe y la religión son una parte muy importante de sus vidas, y no cubrimos mucho eso, y hay muchos que son, ya sabes, creyentes profundos, particularmente evangélicos y católicos devotos, y sienten que la prensa los trata como animales de zoológico, así que es una curiosidad y algo extraño, y la gente lo detecta y se resiente. Es muy importante que no tratemos a nadie con desprecio, que tengamos respeto por quiénes son y cómo quieren que sean sus vidas y cuáles son sus creencias fundamentales.

La gente no lee periódicos primero que nada porque los hemos abandonado. Estamos muchísimo más preocupados por las necesidades del poder que por las de nuestras audiencias. Como diría Allen Neuharth, hemos tomado demasiadas copas con nuestras fuentes y acabamos convertidos en ellos. Ponga poder donde dice fuentes y entenderá mejor el complejo de Estocolmo. Demasiadas copas con el poder y demasiado pocas con nuestros lectores. Nos hemos olvidado de sus creencias, pero también de sus ilusiones, de sus esperanzas, de sus emociones. Pero eso no es nada: los dejamos solos con sus problemas, sobre todo cuando son más jóvenes y se enfrentan sin experiencia a las grandes decisiones de la vida.

Las redacciones –también las gerencias– se volvieron endogámicas, aburridas, autorreferentes... nada que no hayamos dicho en esta casa infinidad de veces, las últimas cuando comentaba el onanismo en una portada de La Vanguardia o el autohomenaje en la última asamblea de ADEPA.

Y lo mencionaba también en este post reciente en el que explicaba que las redacciones no suelen representar proporcionalmente a sus audiencias y por eso no las entendemos, como si quisiéramos hacer periodismo para cristianos con musulmanes. Digo en ese título que progresistas eran los de antes, pero la verdad es que estamos por descubrir, asombrados, que el público ya no es lo que era.

Es el problema y el defecto más grande del periodismo de nuestros días.

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