Subo el artículo de Fernán Saguier que publica La Nación de hoy. Es un relato/resumen de la Asamblea de la Sociedad Interamericana de la Prensa que terminó ayer en la ciudad de Córdoba (República Argentina). El título es una expresión muy acertada, lo dice todo y no me resisto a resaltar en negritas los párrafos que lo desarrollan. Las elucubraciones acerca de la libertad de prensa y la situación de esas libertades en nuestra América son la monserga de siempre, relacionada con la incapacidad de los medios tradicionales de entender a las audiencias y a la política. El último párrafo es fiel reflejo de ese complejo. ¿Qué tienen que hacer los políticos en la Asamblea de la SIP? ¿Podemos quejarnos porque no van? ¿No es mucho mejor que no estén? ¿Tienen que ir a agradecernos que hayamos hecho nuestro trabajo en favor de la democracia y las libertades públicas? ¿Hacemos ese trabajo para que nos lo agradezcan? ¿Será que el Presidente de la República tiene que hacer lo que dice el diario La Nación, ADEPA o la SIP?
Influencers e IA: el periodismo como proveedor de certezas
por Fernán Saguier
Todos hablan de ella, de su extraordinario atractivo, magia y de la infinidad de posibilidades que abre. No brilla con plumas ni escotes, pero resulta imposible resistirse a sus encantos. La vedette deslumbrante de la reunión de editores de las Américas que termina hoy aquí ha sido la inteligencia artificial (IA).
Su irrupción es vista como un punto de inflexión para el periodismo tal como lo conocimos hasta ahora. Estamos ante un cambio radical, brutal, que viene a trastocarlo todo, coinciden los expositores más autorizados que asistieron a la 80ª Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).
El uso de la IA ya es moneda corriente en los medios de comunicación del planeta.
Aquí se han brindado ejemplos deslumbrantes ante rostros absortos por sus hechizos y fantasías. Uno de los casos más cautivantes, una verdadera demostración de astucia ante uno de los regímenes más sanguinarios que proliferan en las Américas, es el de los editores venezolanos de Operación Retuit, que informa en redes sociales mediante avatares, figuras “humanas” que son casi imposibles de distinguir de las personas de carne y hueso, mediante las cuales protegen la integridad física de los periodistas en un país donde la libertad de expresión no existe, con medios cerrados, bloqueados y una larga lista de colegas asesinados, torturados y detenidos por la dictadura de Nicolás Maduro. Así, mediante esos avatares Operación Retuit reportó 1000 detenidos y al menos 23 muertos durante las protestas de los últimos meses. Su éxito es una brisa de aire fresco, una luz de esperanza para el periodismo en esos territorios desamparados. Tuvieron 41 millones de interacciones en redes sociales y, lo más importante, con sus autores intelectuales a salvo.
Otro modelo expuesto fue el de Semafor, un sitio nativo digital norteamericano que con solo un año de vida utiliza la IA para identificar con precisión milimétrica desde dónde se conectan los usuarios. Así, les ofrece información y contenidos personalizados de acuerdo con el lugar de conexión. Fue creado por dos experiodistas de The New York Times y de Bloomberg bajo el lema “Inteligente, transparente y global”. Ofrece así lo que resulta cercano, familiar y próximo a sus intereses. Un menú a la medida de cada usuario.
En lo que a nosotros concierne, La Nación se vale a la IA desde hace tiempo ya. En el debate presidencial del año pasado entre Sergio Massa y Javier Milei esta herramienta logró capturar los gestos y las emociones de cada uno, identificando sus momentos de entusiasmo, alegría, tensión y enojo. También sirve para analizar la equidad de género en las fuentes de los artículos de modo de conocer cuán equilibrado es el origen de nuestros informantes. Pero la más grata y útil novedad la ofrecerá próximamente: la nacion permitirá que los lectores escuchen las columnas de sus principales periodistas con la voz de los propios autores. La inteligencia artificial lo hará posible clonando las voces de nuestras plumas más destacadas, ya sea la de Joaquín Morales Solá, Carlos Pagni, Jorge Fernández Díaz, José Del Rio, Jorge Liotti, Inés Capdevila o Martín Rodríguez Yebra, por citar solo algunas firmas.
Pero ojo. La IA es un arma de doble filo, que tanto puede seducir como también engañar a los más desprevenidos. También entrega respuestas sin sentido, descontextualizadas, y puede ser vehículo para adulterar fotos o videos que consumimos sin dudar. ¿Cómo olvidar aquella imagen fraguada del Papa con una campera blanca acolchada, parecida a una sotana, que recorrió el mundo hace un año, generada por la IA? ¿O aquella campaña de desinformación del propio Donald Trump al compartir imágenes de la IA que sugerían una ola de apoyo de fans de Taylor Swift, que adhiere a Kamala Harris, o la de Ryan Reynolds fotografiado con una camiseta de Harris, o el falso apoyo del Partido Comunista a la extinta campaña del presidente Joe Biden?
Las tecnologías digitales modificaron drásticamente la forma de producir, distribuir y consumir contenido periodístico. La oferta se expande con actores impensables años atrás, que convocan audiencias y compiten con los medios tradicionales procurando equipararlos en condiciones de igualdad y relevancia. Una nueva especie son los influencers, microcelebridades que muchas audiencias no distinguen de los periodistas y disputan tanto nuestra atención como la de las marcas comerciales.
¿Qué tienen los influencers que no tenemos los medios de comunicación y qué tenemos nosotros que no tienen ellos?, se preguntó el director de la carrera de Comunicación de la Universidad Católica Argentina (UCA) y periodista de La Nación Hernán Cappiello.
“Ellos tienen un ritmo de publicación constante, generan audiencia joven, tendencias, comunican en primera persona, algunos tienen credibilidad, crean relaciones a largo plazo, valoran las relaciones interpersonales, crean contenidos patrocinados no declarados, no tienen jefes sino managers o representantes comerciales. Son figuras que logran popularidad de nichos específicos que no solo producen materiales virales, sino que establecen relaciones de confianza y cercanía con sus seguidores”, dijo Cappiello.
Puso como ejemplo el del activista ultraconservador Tucker Carlson, que tiene 11,6 millones de seguidores en X y es un medio en sí mismo, más allá de la escasa credibilidad que esa figura tan controvertida merece. Habitantes de las redes sociales, los influencers logran popularidad en nichos específicos que no solo generan contenidos, sino que establecen relaciones de confianza y cercanía con sus seguidores, convirtiéndose así en actores influyentes en la creación de tendencia y narrativas. En cambio, en las redes los periodistas estamos obligados a no ir más allá de lo que informamos por nuestros medios, no damos a conocer nuestra vida personal y seguimos ciertas prácticas inflexibles de rigor y chequeo de la información, sin caer en el error de editorializar, lo que sucede con desgraciada frecuencia. Como dijo aquí el exdirector de The Washington Post Martin Baron, “la gran diferencia con los influencers es nuestra determinación de buscar la verdad”. Está claro que no somos, no queremos ser ni seremos lo mismo.
Entre la creciente competencia, un modelo de negocios bajo constantes desafíos y el atropello de líderes autoritarios que buscan desacreditar nuestra tarea, ¿está en riesgo el periodismo?, se preguntó un editor aquí. Rosental Calmon Alves, el respetado profesor brasileño del Centro Knight para el Periodismo en las Américas, radicado desde hace 30 años en Austin, Texas, se remitió con sabiduría a la prehistoria para brindar una mirada optimista. “A pesar de los cambios radicales, el periodismo siempre existió. Desde la época de las cavernas el hombre viene contando historias sobre las piedras”.
Ante el mar de incertezas que figuran las redes sociales, los medios tradicionales estamos llamados a ser hoy, más que nunca, proveedores de certeza. Acaso una anécdota sirva como ejemplo. Durante la última visita de Coldplay a nuestro país, en medio de la multitud del estadio de River, un importante empresario se encontró con este cronista y le preguntó atribulado: “¿Viste que Lula tuvo un ACV y está al borde de la muerte?”. Tras algún titubeo por el shock de la noticia, solo atinamos a responder: “¿Te metiste en O Globo o Folha de S. Paulo?” El interlocutor garabateó su celular y, tras un instante, nos miró atónito. Allí no había nada. “Si no está ahí es porque no ocurrió”, recibió como respuesta. Eso es la prensa seria. Punto.
La SIP es la más importante voz institucional en defensa de la libertad de expresión en las Américas y representa a unas 1300 publicaciones del continente desde Alaska hasta la Patagonia. Al cúmulo de medios clausurados, periodistas muertos y encarcelados, se suma hoy, como una epidemia, una peregrinación incesante de colegas que huyen de sus países hacia el exilio. Fabián Medina, jefe de Información de La Prensa, de Nicaragua, diario con casi un siglo de vida, escapó hacia Costa Rica en 2021, tras numerosas irrupciones en su domicilio y la sede del diario por parte de la policía del dictador Daniel Ortega. Ejemplo modélico de resistencia contra la brutalidad del régimen, La Prensa dejó de editarse en papel, su edificio fue confiscado y hoy reporta estrictamente en el terreno digital con suscripciones. Pero para Medina los problemas no terminaron. Si bien buena parte de su familia pudo salir del país, Medina se vio obligado a bajar notablemente su perfil y la periodicidad de sus columnas críticas para preservar la seguridad de los parientes que aún permanecen en Nicaragua. Las patrullas de Ortega están al acecho a cualquier hora del día. Casos como de Medina son la norma en vez de la excepción en Venezuela, Cuba, El Salvador y Guatemala.
En lo que va de este año varias naciones americanas eligieron o elegirán presidente, entre ellas dos de las más pobladas: Estados Unidos y México. Ya se pronunciaron El Salvador, Panamá, República Dominicana y Venezuela, esta última con un resultado fraudulento, en el que nadie cree. Pronto lo harán Uruguay y EE.UU. “Esa intensidad y masividad comicial –según la mirada de Carlos Jornet, director de La Voz del Interior– y el hecho de que las Américas no registren conflictos bélicos desde hace años pueden hacernos hablar de ‘fiesta democrática’. Pero cuando revisamos el escenario, vemos que es apenas una ilusión”. Sobran las razones para preocuparnos por el deterioro de la democracia en la región. Y, acota Jornet, este debilitamiento del sistema político tiene estrecho vínculo con la escalada de ataques a las libertades de expresión y de prensa.
Para terminar, el caso argentino. En lo que lleva de su mandato, periodistas y medios de comunicación sufrieron fuertes agresiones e insultos de parte del presidente Javier Milei. El episodio más grave se registró el último 28 de septiembre, cuando en un acto proselitista Milei dedicó algunos de los párrafos más enfáticos de su discurso a desacreditar a los periodistas. Terminó dirigiendo un coro de miles de militantes que repetía “hijos de puta”. Y acaso, más grave aún, cuando el Presidente se refiere en términos ofensivos contra los hombres de prensa, sus audiencias, a veces integradas por altos empresarios, lo festejan con risas y aplausos. ¿O acaso olvidaron esos empresarios el rol que jugó la prensa independiente en la defensa de la propiedad privada, las instituciones democráticas, las libertades públicas y la lucha contra la corrupción durante los 20 años del kirchnerismo? El presidente de IDEA, Santiago Mignone, al clausurar anteayer el Coloquio de Mar del Plata, hizo un acto de reparación cuando reivindicó el papel de las instituciones democráticas y, con un claro destinatario, llamó a interactuar “a través del diálogo respetuoso sin agravios ni descalificaciones”. Varios deberían tomar nota de ese mensaje.
Milei no asistió a la inauguración de la SIP, contradiciendo la larga tradición de los mandatarios que sirven de anfitriones del mitin de editores de la región (el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador, feroz detractor de la prensa independiente, tampoco estuvo presente en la reunión en México el año pasado). Perdió la oportunidad de incorporarse a una ilustre galería de altos mandatarios, como Dwight Einsenhower, Richard Nixon y John Fitzgerald Kennedy, quienes honraron a la prensa con su participación en la SIP, el último tres días antes de ser asesinado. El Presidente hizo llegar una carta de agradecimiento por la invitación cursada, que fue leída y recibida con un respetuoso aunque austero aplauso por los asistentes. Esa misiva incluyó las palabras más amables que le dedicó al periodismo últimamente, al “reconocer la valiosa labor que realiza la organización en la promoción y en la defensa de la libertad de prensa”. Una formalidad. Nunca es tarde para la sensatez y el buen juicio.
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