La familia Graham vendió el
Washington Post. Los Sulzberger, dueños del
New York Times, se desprendieron del
Boston Globe. Rupert Murdoch, Sam Zell y Ted Turner están
desbaratando sus conglomerados de medios para separar la industria editorial de
la audiovisual. Son señales fuertes para la industria de los medios gráficos de
cada rincón del mundo porque lo que ocurre en los medios de comunicación y el
periodismo suele ocurrir primero en Nueva York.
Lo sabe cualquier comerciante: las cosas se venden porque
alguien las compra y si son caras o baratas depende del momento, porque pueden ser
caras mañana cosas que vendemos baratas hoy. El comprador del Boston Globe es John Henry, dueño de los
Red Sox, el equipo de béisbol tradicional de Boston, y también del Liverpool de
Inglaterra. Y quien compró The Washington
Post es Jeff Bezos, el dueño de la principal vendedora on line de los Estados Unidos y el inventor de una de las tabletas
electrónicas más usadas, el Kindle.
La irrupción de John Henry y Jeff Bezos en la prensa gráfica
son claras señales del cumplimiento de una de las grandes profecías de Marshall
McLuhan; quizá la menos conocida, porque no la ocupó para título de uno de sus
libros, pero es un clásico… La digo así: quienes cambiarán a los viejos medios
de comunicación no son su dueños. Por razones genéticas las familias
propietarias de periódicos insisten irremediablemente en las mismas recetas que
hicieron grandes a los periódicos centenarios, pero que ya no funcionan. Ningún
fabricante de hielo fue capaz de inventar el refrigerador doméstico y quebraron
fabricando más hielo, más grande y más frío…
A McLuhan le gusta el caso de Michael Faraday. Dice en El medio es el masaje que Faraday, igual
que muchos otros grandes descubridores, llegaron a sus metas por intuición y
por caminos laterales. Lo consiguieron por amateurs,
por apasionados más que por profesionales. La palabra francesa, impuesta
también en castellano y en inglés, es perfecta y describe la situación mucho
mejor que la española aficionado. No
es la afición sino la pasión la que consigue todos los descubrimientos, todas
las innovaciones, todos los éxitos de este mundo. Y no es una novedad ni ahora
ni en tiempos del genial McLuhan. La
elocuencia es hija de la pasión, dice Lacordaire y tiene razón. Y Virgilio
dice en la Eneida que la fortuna ayuda a
los audaces…
Cuando un multimillonario compra un diario en Sudamérica siempre
sospechamos, por lo menos un poquito, que salió a comprar un paraguas. Dice un
viejo y riquísimo editor argentino que su diario nunca ganó dinero, pero que le
hizo ganar muchísimos buenos negocios. Nos guste o no nos guste, el periodismo
–no el medio- es un negocio de poder. Y a cualquier empresario grande le hace
falta un pararrayos con el poder. En Europa, Estados Unidos y Canadá nadie se
plantea que los otros negocios del dueño de los medios sean incompatibles con
el periodismo. O se lo plantean pero les parece lo más bien. El dueño del BBVA
(el banco más grande de España) es también dueño de catorce periódicos entre
nacionales y regionales y otras 90 empresas de contenidos. En nuestra América,
en cambio, prohibimos tener otros negocios a los dueños de los diarios y sus
parientes más directos. Es la presunción universal de inocencia contra la de
sospecha: nuestros gobernantes sospechan del paraguas y del pararrayos. En
realidad sospechan de todos nosotros: somos delincuentes en potencia que andan
sueltos, a pesar de todo lo que digan nuestras constituciones en sus
declaraciones de garantías.
Dice Bob Woodward que Jeff Bezos es el mejor comprador para
el periódico de los Graham. Woodward es ya un viejo periodista del
Washington Post, que se hizo famoso
gracias al caso Watergate que provocó la caída de Nixon. Bezos es un creativo
de la gran siete y va a mejorar el periodismo en el diario. Se lo explico de
este modo: las redes sociales han ensanchado el mundo. Lo que antes conocíamos bien
hoy se nos escapa y esconde. Tenemos que volver a entrar en los vericuetos
perdidos de la Casa Blanca y esos rincones ya no son de cal y canto.
Lo que más vale de
The
Washington Post es
The Washington
Post en letras góticas y con todo el glamour hiperamericano de su propia marcha
militar compuesta por John Sousa. Bezos compró una marca, un certificador de noticias
valiosísimo, y la compró a precio de ganga. Ni los Graham tienen idea de lo que
vale, pero la vendieron cansados de perder dinero. Ellos no sabían qué hacer
con el periódico, con la marca, con la marcha, ni con toda su redacción llena
de periodistas de primera magnitud pero difíciles de tratar. Jeff Bezos, el
amateur, sí sabrá qué hacer.
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